Nació como una canción francesa, de desconsuelo, una queja amarga a la monotonía de la vida conyugal. Su letra denuncia al matrimonio como ese lugar en el que todo se hace por costumbre, hasta el sexo. Nada hacía indicar que el tema se convertiría en un éxito mundial. Comme d’habitude, la canción cantada por Claude Francois (también conocido como Clo Clo), una de las estrellas francesas del momento, no vendió según lo esperado.
Sus fans, que las tenía de a miles, esperaban algo distinto de él. Eran tiempos en que el rumbo se corregía fácil; en seguida la compañía lanzó otro single del joven cantante, una canción de amor que calmó la expectativa del público.
Paul Anka había sido un ídolo juvenil en la década del cincuenta. Había tenido una racha de canciones en la cima de los rankings y luego como sucede con la mayoría de los jóvenes que surgen como una erupción, se fue apagando. Seguía publicando discos con regularidad, el público acudía a sus shows pero estaba lejos del estrellato. La melodía de Comme d’habitude lo sedujo desde la primera vez que la escuchó y procuró hacerse con sus derechos. Una práctica habitual en los cincuenta y en los sesenta: tomar un tema musical muy exitoso en una lengua, quedarse solo con la melodía y escribirle una letra nueva, cambiando su sentido. La negociación fue sencilla. Los autores pidieron sólo un simbólico dólar y el 50 % de los derechos de la futura canción. Fue la mejor decisión de sus vidas.
No había pasado un año de su publicación y ya más de diez intérpretes de magnitud habían intentado su versión. La mejor, la más personal, la más creíble, probablemente sea la de Nina Simone, con fondo percusivo y en la que la convicción de la cantante va creciendo mientras la canción se desarrolla. Nina Simone fue alguien, sin el menor lugar a dudas, vivió a su propia manera.
La canción también tuvo su traslación al español muy rápidamente. La primera en grabarla, y conseguir un éxito, fue Estela Raval. En esa primera versión la canción se llamó A mi modo. La letra en español no es una traducción fiel de la versión original aunque mantiene ese aire de balance, algo menos introspectiva y sin demasiados aciertos poéticos o en las imágenes utilizadas, una canción más convencional de lo que su tremenda permanencia sugiere.
La canción tuvo cincuenta años agitados de vida. Si bien le debe su fama inicial a Sinatra, luego como la mayoría de las creaciones populares, cobró vida propia. A mi manera dejó de ser materia exclusiva de crooners y cantantes melódicos. Tal vez la versión más disruptiva sea la recreación punk de Sid Vicious en la película de los Sex Pistols, una bizarra y desafiante interpretación. “A mi manera es un cliché. El típico lamento del hombre de clase media que llora sobre su cerveza, un himno del Rat.Pack: todo lo que Sid no era ni representaba” declaró Julian Temple, el director de la película, The Great Rock and Roll Swindle. Convertida en clásico las interpretaciones se diseminaron por el mundo. Aretha Franklin, Elvis Presley, Charles Aznavour, Gipsy Kings, The Ramones, Vicente Fernández, Julio Iglesias, Green Day, Robbie Williams, The Strokes y Sandro fueron algunos de sus centenares de intérpretes.
Otro genio involucrado en la historia de este clásico fue David Bowie. Antes de la versión escrita por Paul Anka, un productor inglés le acercó el tema francés al entonces joven y casi desconocido músico. Bowie compuso una canción que tituló Even a fool learns to love. El tema no convenció a nadie. Ni a Bowie ni al productor y quedó archivado. Sin embargo, pocos meses después e inspirado por el éxito de Sinatra y My Way, Bowie compuso un clásico irrompible, uno de los mejores temas de la historia del rock británico (y de cualquier otro origen), Life on mars. En el sobre interno del LP, en los créditos, se lee un agradecimiento y una dedicatoria de Bowie: “A Frankie”.
Claude Francois, el intérprete original, no pudo disfrutar demasiado del éxito global. Una tarde de 1978 mientras se duchaba en su departamento parisino descubrió que la luz del baño estaba floja y trató de acomodar el aplique. El resultado fue fatal y lógico. Murió electrocutado. Estaba por cumplir cuarenta años.
Sinatra sigue siendo escuchado con devoción en todo el mundo. En Filipinas por ejemplo es reverenciado. Pero, en una época, A mi manera se convirtió en un elemento disruptivo, en un móvil homicida. La prensa de ese país empezó a hablar del Homicidio My Way.Casi una decena de asesinatos se produjeron en karaokes filipinos luego de la interpretación de esa canción. No se sabe bien qué era lo que sucedía, por qué cuando se cantaba ese tema se producían reyertas que terminaban con víctimas fatales. Lo cierto es que varios locales de karaoke filipinos se vieron obligados a quitar del menú de canciones a My Way.
En Estados Unidos y en el Reino Unido la canción, con su grandilocuencia y su sentido de balance final, de orgulloso estado de cuentas, se convirtió en uno de los temas más utilizados en los funerales. Es célebre ya la imagen del canciller alemán Gerdhard Schöeder, el día en que dejaba su cargo, frente a una banda militar que interpretó una versión instrumental de A mi manera. El alemán, digno representante de su pueblo, duro, impasible, poco afecto por la expansión sentimental, se sale de libreto y se conmociona ante la situación. Su cara permanece impasible, ningún gesto altera su quietud, pero sus ojos, a medida que avanza la interpretación, se anegan de lágrimas.
A mi manera nunca llegó al número uno de los rankings. Cumple, en estos días, medio siglo de vida. Cincuenta años en los que emocionó a varias generaciones de todo el mundo. No importa el aire perdonavidas y complaciente de la letra, ni interesan sus imperfecciones poéticas. Es un concepto. Una celebración del pasado, un balance cercano al final hecho canción, una reafirmación de lo vivido. Y mucho mejor aún si ese balance lo canta La Voz.
Fuente: Infobae