20 Abr / 08:01 am

Sirio relata cómo se unió a extremistas y luego desertó

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En esta imagen, tomada el 21 de marzo de 2017, la sombra de Mohammmed, que no reveló su apellidos, se proyecta contra una pared durante una entrevista con The Associated Press, en Gaziantep, en el sureste de Turquía. Tenía apenas 20 años cuando el grupo extremista Estado Islámico entró en su ciudad, Deir el-Zour, en el este de Siria, rico en petróleo. Mohammed llevaba dos años combatiendo a las fuerzas del gobeirno de Damasco así que la decisión fue sencilla para él: Se unió a los radicales para mantener la lucha contra el presidente Bashar Assad. (AP Foto/Sam McNeil)

Tenía apenas 20 años cuando insurgentes del grupo extremista Estado Islámico tomaron su ciudad natal, Deir el-Zour, en la región petrolera del este de Siria. Mohammed ya llevaba dos años combatiendo contra las fuerzas del gobierno por lo que la decisión fue fácil: se unió a la milicia radical para mantener la lucha contra el presidente Bashar Assad.

Aunque insiste en que nunca fue un miembro de pleno derecho, Mohammed se ganó la confianza de los extremistas. Memorizó más partes del Corán y se aprendió las normas de la Sharia que gobiernan la yihad o guerra santa. Perfeccionó el “estilo Estado Islámico” dejándose crecer la barba, vistiendo pantalones por encima del tobillo y retirando la marca de sus camisetas anchas para mostrar más austeridad. Llevaba incluso un libro de rezos en su bolsillo.

Hizo todo lo necesario para seguir luchando por Deir el-Zour. Pero cuando el verano pasado los insurgentes le ordenaron ir a luchar a otro lugar, desertó y huyó a Turquía.

La historia de Mohammed representa la de una generación de sirios que cumplió la mayoría de edad en medio de la guerra. Algunos de los que eran adolescentes cuando estalló el conflicto en 2011, tuvieron que elegir por qué y con quien luchar. Al principio, el Estado Islámico era solo otro grupo armado que luchaba contra un enemigo común.

Para Mohammed, su causa era su hogar.

“Nosotros, la gente de Deir el-Zour, al contrario que otros sirios, tenemos un amor innato por el lugar donde nacimos”, dijo Mohammed explicando por qué no se marchó cuando el Estado Islámico tomó la ciudad y mostrando el orgullo local, que aumenta a medida que las divisiones en Siria crecen. “¿Por qué debería irme y dejársela a forasteros?”.

Habló con The Associated Press bajo condición de ser identificado solo por su nombre por temor a represalias de Turquía o ISIS, como se le conoce también al grupo extremista.

La provincia de Deir el-Zour es el “último bastión” de Estado Islámico, señaló Omar Abu Layla, un activista local ahora en Alemania. Se estima que solo en la capital de la región hay unos 2.500 combatientes radicales. Cientos más, muchos de ellos huyendo de las derrotas en Irak, se han instalado en zonas rurales de la provincia en los últimos meses, mientras las fuerzas respaldadas por Estados Unidos se concentran en el asalto a la capital de facto del grupo, Raqqa, en el norte del país.

Asentada a orillas del río Éufrates, en el desierto oriental de Siria que hace frontera con Irak, Deir el-Zour es más rica y tiene mayor importancia estratégica que Raqqa por ser el centro de la industria petrolera nacional y por sus vínculos con el país vecino. Muy dependiente de la política de tribus, su población tiene una estrecha conexión con la de la provincia iraquí de Anbar, de mayoría suní.

Pequeño en estatura, Mohammed era un joven curtido. Nacido en un vecindario pobre de la ciudad de Deir el-Zour, la capital de la región, se convirtió en un habilidoso delantero en el terreno de juego y en un decidido combatiente en el campo de batalla. Durante la entrevista, mostró en varias ocasiones su devoción por dos cosas. La primera es su madre. “Todo por ti, madre”, reza el tatuaje que se hizo en el brazo tras llegar a Turquía. La otra es su arma. “Durante cinco años (combatiendo), el rifle se convirtió en una parte de mi cuerpo”, apuntó.

Parece intentar mostrar que nunca simpatizó con el Estado Islámico. Admitió que pronunció el juramento de alianza al grupo pero insiste en que no fue valido por un motivo técnico: no lo selló con un apretón de manos con el emir de su batallón como se requiere.

Bromeó sobre fumar en secreto desafiando las normas de la milicia radical y habló sobre la chica que le gustaba en su ciudad. En un ejemplo de cómo no aceptó la doctrina radical, destacó que en el frente siempre se guardaba una bala en el bolsillo para suicidarse y evitar ser capturado. El Estado Islámico permite el “martirio” solo en el caso de suicidas que perpetran un ataque, por lo demás, quitarse la vida está considerado pecado.

A pesar de que hoy en día Deir el-Zour es visto como un feudo de los radicales, al principio de la guerra era territorio rebelde. El barrio de Mohammed, Jbeileh, uno de los más pobres de Deir el-Zour, pasó a convertirse en el frente de la batalla entre rebeldes y las fuerzas de Assad. Con 17 años, Mohammed sentía una atracción natural hacia los sublevados. Su hermano mayor luchó con una facción del Ejército de Siria Libre y fue herido de gravedad en tres ocasiones. Su cuñada murió en un ataque aéreo de Damasco mientras sostenía a su bebé. Otro hermano está detenido por el gobierno y una hermana está huida.

Hablando con la AP en la ciudad turca de Gaziantep, donde lleva meses solo y sin dinero, Mohammed explica que su prioridad es regresar. Quiere luchar para liberar Deir el-Zour de ISIS, y después proteger la ciudad de la que considera su próxima amenaza: los kurdos, que dominan a las fuerzas que, con el respaldo de Estados Unidos, luchan contra el Estado Islámico en el este del país. Como muchos otros sirios árabes, teme que los kurdos entreguen el territorio liberado a Damasco.

Fuente: AP

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